El oro, la plata, el coltan, el cobre: los metales y los minerales son procesados de múltiples formas en productos cotidianos y por eso son explotados masivamente por la industria minera del Norte. Sin embargo, los principales yacimientos de estos recursos naturales se ubican en el Sur, donde no existe una regulación estricta por parte de las autoridades y el clima financiero es más favorable. Por lo tanto, invertir en la minería es altamente lucrativo, más aún por el continuo aumento de la demanda mundial de materias primas y el consiguiente aumento de los precios de éstas.
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La tecnología utilizada en la extracción de minerales usa sustancias químicas altamente tóxicas tales como el cianuro, que con frecuencia llegan a las aguas subterráneas, con gran impacto ecológico en la agricultura local.
La población local está en desacuerdo con semejantes prácticas y se opone a ellas: alrededor del mundo se encuentran ejemplos de conflictos mineros, también en Perú y Bolivia a pesar de ser “tradicionales países mineros”. Estos conflictos a menudo se recrudecen hasta llegar a confrontaciones violentas entre policía y campesinos – por lo cual los muertos ya no son excepción.
Los argumentos de las comunidades locales en contra de la industria minera a gran escala se pueden resumir de la manera siguiente: